La reverencia, es decir, inclinación que hacen para saludar,
puede darnos una pista sobre la importancia de la persona saludada. Cuanto
mayor es la reverencia y de mayor duración, mayor es la importancia de la
persona a la que se saluda. Según la posición que ocupa en la jerarquía con
respecto a nosotros así debe ajustarse el ángulo de inclinación, la duración y
la actitud. También pueden hacer el apretón de manos.
En un ambiente informal bastaría con una inclinación de unos
15º y con personas con las cuales no tenemos mucha distancia jerárquica,
equivaldría a un “hola que tal”. Si es una situación formal o es un superior,
el ángulo debería llegar a los 45º, al menos en el primer encuentro, ya que en
ocasiones posteriores puede reducirse un tanto. También existe una inclinación
de unos 30º para decir gracias o despedirnos “Gracias por todo”.
Los hombres deben llevar las manos a sus costados, más o
menos a las costuras del pantalón, juntando los talones. Las mujeres desplazan
las manos hasta situarlos casi en la parte frontal de los muslos.
La inclinación siempre toma como eje de giro la cintura. El
tronco y la cabeza, alineados, bajan al unísono, la espalda recta, nunca combada.
La mirada se mantiene en el suelo. Mantener el contacto visual se considera una
forma de desafío o insolencia, falta de humildad y descortesía.
Es de mal gusto, que cuando una persona suba la cabeza, se
dé cuenta que el otro ya lo hizo, por eso a veces se observa a la gente
haciendo la reverencia en varias oportunidades.
Por último comentar que la inclinación puede llegar hasta
los 90º, pero por lo que se esto se reserva solo a la alta jerarquía como el
emperador.
Cuando un grupo de personas habla entre sí, es normal que se
guarde una distancia prudencial, no como aquí que cualquier tipo te soba cada
vez que te quiere comentar algo.
Entre otras cosas la moral pública es muy importante, por
eso a nadie se le ocurre sonarse la nariz con ruido, comer caminando en la
calle, o besar a su pareja.
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